Lo sentía venir.
Y aún así, luché contra corriente, agarrándome con uñas y dientes a la “profesional” que había construido con esfuerzo y pasión durante muchos años.
Fue un camino infernal. Lleno de temores y desesperación.
Sufrí mucho antes de que mi pilar profesional se me escurriera entre los dedos. Sensaciones de injusticia y tristeza caminaban conmigo día a día.
Era capaz de sentir una cascada de energía tóxica sobre mi cabeza. Aún así, me resistía al cambio.
No paraba de repetirme frases como: “estás viendo fantasmas”, “no va a pasar nada”. Pero esos mensaje, sin yo saberlo, estaban dejando el paso libre para que la mala energía consumiera mi salud.
Intentando “escapar” del dolor silencié mi corazón y, entonces, el resto de mi cuerpo se resistió hasta que todo terminó.
Lloré mares y me sentí morir.
Toqué fondo. Estaba agotada.
En aquel momento no era consciente de todo lo que me quedaba por aprender.
A pesar de sentir una tristeza enorme en el alma, opté por no rendirme. Tenía que pasar mi particular “duelo” pero no perdí la ilusión por impulsarme y salir adelante.